domingo, 12 de febrero de 2012

Coaching: el arte de preguntar

Una competencia que considero esencial en el coaching es la de hacer preguntas. Más concretamente, la habilidad de hacer las preguntas adecuadas en el momento que más pueden ser de utilidad al coachee. Hasta tal punto me parece importante que podría definir el coaching como el arte de hacer preguntas.

Pero para hacer preguntas, lo primero que es importante manegar es la capacidad de escuchar. En una aproximación de "sentido común" se tiende a considerarse el escuchar y el preguntar como dos momentos diferentes, incluso contradictorios. Sin embargo, sólo desde una adecuada escucha de la persona que tenemos delante, de sus inquietudes, de sus desafíos, de sus creencias limitantes, de los juicios que le orientan a la vez que le constriñen. Sólo desde ese lugar seremos capaces de encontrar la pregunta más adecuada, la pregunta que mejor sirva a esa persona para mirar su realidad desde otro lugar.

Un proceso de coaching tiene como finalidad acompañar a la persona en la exploración de nuevos puntos de exploración, de nuevas atalayas desde la que mirar su realidad y los problemas que en ella encuentra o cree encontrar. En ese marco, las preguntas se convierten en la catapulta, en la puerta que lleva a transitar hacia un lugar inexplorado. Así, por ejemplo, cuando el coach le pregunta al coachee quién se sentiría peor si su problema se solucionara, no busca pillar al coachee, trata de colocarle en un lugar que nunca antes había visitado. Le lleva a mirar la situación desde una perspectiva que no se había planteado hasta ese momento. A veces esa nueva mirada le revela realidades y vías de acción hasta ahora no imaginadas. Otras veces no, la pregunta no resuena.

En este punto es importante que el coach no se aferre a su pregunta. Al igual que el arquero zen, cuando el coach lanza la pregunta ha de olvidarse de ella, ha de olvidarse de la flecha. Esta hará su recorrido, hará su camino. Y si no produce efectos el coach ya no necesita volver a ella. No hay una hipótesis que confirmar. No hay resistencias que vencer en el coachee. El coach no se juega nada en cada pregunta. Explora, encuentra preguntas que siente pueden ser útiles al coachee. Pero si no lo son, "las suelta". No insiste. No busca otro camino para tratar de hacer ver al coachee la verdad que él, que ella, ya ha visto. La pregunta no busca confirmar nada.

La pregunta no tiene como objetivo aportar información al coach. Ni tan siquiera ayudarle a entender lo que le ocurre al coachee. La pregunta está al servicio del coachee, se formula para ayudarle a situarse frente a su problema en otro lugar. Es irrelevante si el coach entiende la respuesta o si lo que le ofrece no le parece significativo. Es el coachee quién valida la intensidad y la oportunidad de una pregunta. De hecho, incluso sin ser respondida una pregunta puede alcanzar plenamente su objetivo. Cuando el coachee, aún sin responder, cambia la expresión y mueve lentamente la cabeza en un signo de "¡¡¡ahá!!!!, esto era", la flecha ha alcanzado plenamente la diana. No es necesaria más explicación, más aclaración. El proceso de coaching está al servicio del coachee, no del coach.

3 comentarios:

Germán Gómez dijo...

Preguntas y respuestas van unidas pero pertenecen a dos mundos muy diferentes. Preguntar es dudar mientras que responder es afirmar. Casi sería mejor generar procesos de preguntas encadenadas, que ayudan a desarrollar procesos de reflexión. Si nos respondemos sin volver a preguntar el proceso se paraliza.

Unknown dijo...

Interesante, Germán. Sin embargo no veo la clasificación tan nítida. Puede haber respuestas que comparten sentimientos, sensaciones, incluso que manifiestan las dudas que la pregunta genera. Y puede haber preguntas que se formulan desde la búsqueda de una determinada respuesta. Preguntas que subrayan más la sabiduría de quien las formula que el interés por lo que la otra persona pueda compartir. Preguntas que afirman y respuestas que dudan. Si es que lo del Yin y el Yan tiene su aquel :-)))

Germán Gómez dijo...

Si, las cosas reales casi nunca son nítidas. Podemos preguntar esperando una única respuesta, como bien comentas en tu post posterior. Imagino que lo importante es la intención y la dosis de empatía con la que nos acercamos al dialogo, ya sea para preguntar o para responder.